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El señor Absurdo

El señor Absurdo es un hombre que vive atormentado por la figura de un profesor que tuvo en parbulario, el cual le obligó a acudir al colegio todos los fines de semana (incluidos los domingos) durante dos años con el fin de corregir su malsonante vocabulario y su horrible ortografía. Tiene unos 45 años, vive solo y trabaja desde hace 20 años en las consignas de la estación de autobús de su pueblo. Es alto y lánguido, tiene nariz aguileña, los ojos saltones y lleva unas gafas grandes y redondas que le cubren la mitad del rostro. Siempre viste de marrón y nunca se olvida de coger un ajado maletín donde nadie sabe lo que lleva. Otro elemento que le caracteriza es que siempre lleva un paraguas aunque haga un sol de justicia y los termómetros marquen 40 grados.

Es muy introvertido, no tiene amigos y no goza de buena reputación entre los habitantes de su pueblo natal, del que nunca ha salido. Apenas sale de su casa, únicamente para ir a la estación de autobús a trabajar y de allí de vuelta a casa.

Su mayor obsesión es la precisión lingüística, es ésta además la que le ha costado el rechazo de sus vecinos. Es un pedante, habla como un catedrático: cada vez que alguien le habla éste se apresura a corregirle y cuando alguién no entiende su lenguaje rebuscado se enfada y contesta enfadado con los mismos términos no entendidos por sus interlocutores.Esto, como es de esperar, no agrada a su entorno que tiende a evitar dirigirse a él.

En su tiempo libre su mayor afición es sentarse con una taza de té frente a varios periódicos y corregir los fallos que encuentra durante su lectura. Con un bolígrafo rojo redondea los errores y escribe en los márgenes la corrección. A veces se enfada tanto que envía cartas de protesta a las redacciones de los periódicos que examina meticulosamente, en las que el señor Absurdo es ya archiconocido, además de bastante odiado por los redactores.

Este especial interés por la prensa se remonta varias décadas atrás cuando después de su tormentosa experiencia con el lenguaje en el colegio decidió estudiar filología pero no llegó a superar ni el examen de acceso a la facultad. Después intentó trabajar en algunos periódicos locales pero no tuvo éxito y acabó trabajando en el negocio que heredó de su padre tras su fallecimiento: las consignas de la estación de autobús.

Su nombre es Leopoldo Vargas Conde pero en su pueblo poca gente conoce su verdadero nombre ya que es denominado por todos como el señor Absurdo.
Susana González Tamara.

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